El corazón me vibra de aburrimiento,
busca incansable algo con qué entretenerse,
como un niño, me pide caprichos,
e incluso se echa al suelo y patalea.
Pero aunque me duela más a mi que a él,
ya se está haciendo mayor,
y tengo que enseñarle a estarse calladito
mientras intento hacer cosas importantes.
El amor es la perdición de los románticos
y el lujo de la gente equilibrada.
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