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Mensaje metido en una botella
de caligrafía limpia y firme,
enrollado con esmero y angústia
hasta hacer de él
poco más que un trozo de madera.
Lanzada al mar con fúria,
lejos, bien lejos;
cayendo grácilmente
en el colchón de agua salada,
flotando como antes lo hacía
en un corazón silencioso y agitado.
Lejos, bien lejos.
Saltando entre las olas,
físicamente incapaz de ahogarse,
hipnóticamente real y solitaria,
unida a una mirada triste
que desea aquello que no espera.
Se va alejando lentamente,
casi imperceptiblemente,
sin rumbo ni retorno,
hacia aquel lugar sin tiempo
a donde van los sueños olvidados.
Lejos, bien lejos.
Absurdo mensaje al destino
en una noche de tormenta,
que no pretende nada más
que apaciguar al alma enferma de necesidad,
hablando con la divinidad
que regula la intimidad con nosotros mismos.
Sé que no es muy bueno, pero lo he encontrado hace poco arrugado en un cajón, hecho que en si mismo me ha parecido poético.
1 comentario:
Hola.
Hacía tiempo que no te visitaba. De todas maneras, no te prodigas mucho.
Eres demasiado humilde. Tu poema es hermoso, porque salió del alma dolida. Esos son los únicos versos que valen la pena.
Sigo tus poemas, pero escribes lo que sentiste hace tiempo. ¿Y ahora?
Espero que lo consideres.
Un beso.
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